sábado, 28 de mayo de 2011

La conversión de Gary Cooper: del rodaje, “a Misa casi todos los domingos”

[Tomado de ForumLibertas, como no....]

Murió hace 50 años y algunos fragmentos del libro que escribió su hija, en el que narra el encuentro de su familia con el Papa Pío XII, muestran cómo el actor abrazó el catolicismo


Han transcurrido 50 años desde el fallecimiento de Gary Cooper a consecuencia de un cáncer. Fue el 13 de mayo de 1961 y, dos años antes, el veterano actor selló su conversión al catolicismo al recibir el bautismo en el mes de mayo de 1959.

Así lo recordaba el pasado 13 de mayo el profesor Alfonso Méndiz en su blog ‘Jesucristo en el cine’, cuando, basándose en fragmentos del libro que escribió su hija Mary, en el que narra entre otras cosas el encuentro de su familia con el Papa Pío XII, muestra cómo el actor abrazó el catolicismo.


Frank James Cooper nació en Montana (Estados Unidos) el 7 de mayo de 1901. Era hijo de unos inmigrantes ingleses, que poseían de un inmenso rancho. El futuro actor aprendió allí a montar a caballo, habilidad que demostraría después en numerosos westerns.

Tras cursar estudios primarios en Inglaterra, regresó a Montana y trabajó como dibujante de tiras cómicas en diversas publicaciones. Después decidió probar fortuna en el cine, y en los años veinte logró pequeños papeles en películas del Oeste, en las que ya se acreditaba como Gary Cooper. A mitad de los treinta es una de las máximas estrellas de Hollywood: rueda grandes filmes como Adios a las armas (1932), Tres lanceros bengalíes (1935) o Beau Geste (1939). En 1941 logra su primer Óscar por El sargento York, y en 1952, el segundo por Sólo ante el peligro.

Encuentro con Pío XII

En la conversión de Gary Cooper tuvo mucho que ver la audiencia privada que el Papa Pio XII concedió al actor junto a su esposa y su hija en 1958 en el Vaticano.

En el libro, Mary explica cómo fue ese encuentro, reproducido en el blog de Méndiz: “el entusiasmo nos embargó a todos a medida que se aproximaba la audiencia con el Papa. Estábamos todos en una sala dorada del Vaticano con una veintena de invitados más. Habíamos comprado rosarios, anillos y medallas para que los bendijera Su Santidad, y papá tenía un buen puñado de esos objetos en sus manos”.

“Cuando el Papa llegó a su lado, quiso arrodillarse para besarle la mano, y perdió un poco el equilibrio. Se le cayeron entonces todas las medallas, perlas y rosarios, que rodaron con estrépito por toda la habitación. Algunas quedaron bajo el manto del Pontífice, que supo sacar a mi padre de su monumental vergüenza con una sonrisa y un gesto de comprensión”, narra Mary.

“A Misa casi todos los domingos”

“A mitad de los cincuenta –sigue recordado su hija– comenzó a pensar en su posible conversión. No hablaba mucho de ello, simplemente nos acompañaba a Misa casi todos los domingos. La excusa que daba era que deseaba oír los fantásticos sermones del padre Harold Ford”.

El joven sacerdote al que se refiere en el libro correspondió al creciente interés de Gary Cooper con una dedicación entusiasta: “no le sermoneó con el azufre y el fuego del infierno –escribe Mary en su libro– sino que supo hacerse amigo suyo”.

“Mi madre le invitó un día a merendar para que pudiera charlar con mi padre. Y, nada más entrar en la sala de armas, se ganó a mi padre manifestando un gran deseo de practicar la caza y la pesca. En los meses siguientes fue su compañero inseparable en el buceo, la caza y todo tipo de excursiones”, sigue.

A lo largo de aquellas salidas, el padre Ford fue explicando a Gary Cooper la riqueza de la Fe católica. Y, cuando ya casi estaba decidido, le dio a leer La montaña de los siete círculos, una autobiografía del monje Thomas Merton en la que narra su conversión. Aquello fue el empujón definitivo. El ya veterano actor se bautizó en la Iglesia católica en mayo de 1959, apadrinado por su amigo Shirley Burden, que era también converso.

Poco después de la conversión, empezaron a manifestarse los primeros síntomas del cáncer que le llevaría a la tumba. Luchó en silencio con su enfermedad, mientras rodaba sus últimas películas: El árbol del ahorcado (1959), Misterio en el barco perdido (1960) y Sombras de sospecha (1961).

Con la salud ya deteriorada, en 1960 recibió un Óscar especial de la Academia “por su larga y extraordinaria carrera”. Durante 35 años, había intervenido en más de cien películas, la mayoría como protagonista. Murió el 13 de mayo de 1961 y fue enterrado en el cementerio católico de Santa Mónica.

En octubre de ese año, Thomas Merton escribió una carta a su hija Mary en la que le decía:

“Como todo el mundo, yo también adoro las películas de Gary Cooper. Aunque sea monje, me encanta verlas. Incluso tuve la secreta esperanza de que, si algún día La montaña de los siete círculos se llevaba a la pantalla, tu padre sería el protagonista del filme. Por muchos motivos, me hubiera gustado mucho que hiciera ese papel”.

La influencia de su conversión fue enorme en el mundo de los artistas. Ernest Hemingway, que fue un gran amigo suyo, recuerda que pocas semanas antes de la muerte del actor hablaron largo y tendido sobre el catolicismo. Al final, con la voz muy seria, Gary Cooper le dijo: “Tú sabes que tomé la decisión correcta”. Según reconoció después, Hemingway no olvidaría nunca aquella conversación. Aquel moribundo tumbado en la cama le había parecido la persona más feliz de la tierra

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